La cáscara sobre la revolución está rota

Atestiguamos desde hace ya dos semanas la violenta represión policial turca contra los decenas de miles manifestantes en las calles y en las plazas. Las fotos y los videos grabados por gente valiente y periodistas honestos nos demuestra claramente qué medias bárbaras justo antes de solicitar a armas de fuego puede utilizar un gobierno autoritario para abalanzarse sobre los manifestantes que reivindican sus derechos democráticos básicos. Las luchas siguen no solamente alrededor de la Plaza Taksim sino también en los suburbios de Estambul, en Ankara, en Izmir y varias otras ciudades. Las masas insisten en defender sus sencillas demandas democráticas que podrían haber absorbido en cualquier país burgueo-democrático sin solicitar a una violencia semejante, y parecen haber alcanzado a un punto sin retorno en su lucha. Y el gobierno turco que insiste en su actitud autoritaria y represiva, ¿va a cruzar la línea del fuego para emplear armas más letales? Ya enfoca sus ataques sobre algunas organizaciones como cabezas de turcos, ¿va a convertirlo en una campaña criminalización contra los sectores acogidos selectivamente calificándoles como “organizaciones terroristas”? Los hechos señalan hacía esa dirección. ¿Va a poder dividir las masas con este método para disolver las movilizaciones y encerrar una vez más la gente en sus casas? Todo dependerá en la voluntad de las masas.

Pero ya ha empezado un proceso sin retorno. No solo porque el pueblo ya cruzó la línea de miedo contra la represión, sino más bien cientos de miles que se concentraban valientemente en Gezi Parki (Parque de Paseo en Taksim), que participaban en las manifestaciones y marchas en más de 70 ciudades del país, quieren tomar posesión de sus derechos democráticos de manifestarse sin estar criminalizados y castigados, de organizar partidos políticos, sindicatos y otras organizaciones que no están en la misma línea oficialista, de participar en la toma de decisiones sociales y políticas que les afectan sus vidas diarias; y de hecho con su actividad y movilizaciones, empiezan a practicar estos derechos. Para una Turquía que fue convencida que todas las “aperturas democráticas” debían llegar desde “arriba”, esto no es una situación habituada. Hoy estamos atestiguando una nueva ascenso con su dirección cambiada de la revolución democrática que había empezado hace un siglo con mucha tardanza y sin posibilidades de llegar a su final. La cáscara sobre la revolución democrática se esta rompiendo por las fuerzas que actúan desde su dentro. Esto es el proceso sin retorno, una ruptura que no tiene arreglo.

Como en cualquier movilización importante de las masas, aquí también la juventud está en el frente. Cientos miles de jóvenes estudiantes, trabajadores, desempleados, profesionales tomar posición en la vanguardia. La composición de clase de las movilizaciones, otra vez como en cualquier levantamiento popular, tiene una contextura plural, multisectorial. Aunque parece a un movimiento de clases medias por haber empezado en las zonas centrales de las grandes ciudades, es un hecho innegable la participación masiva de las clases trabajadoras, sobre todo en los barrios obreros de Estambul y otros metrópolis. Sin embargo la intervención de la clase obrera es más bien difusa, no organizada. A pesar de que los sindicatos como DISK (Confederación de los Trabajadores Revolucionarios) y KESK (Confederación de los Trabajadores Públicos) apoyan las movilizaciones, su peso en la clase es limitado, y están lejos de ser las portavoces de los trabajadores. Tampoco hay partidos o grupos políticos con capacidad de poder reclamarse como representantes políticos se las masas obreras. La espontaneidad de las movilizaciones supera con creces a las intervenciones organizadas, y las batallas callejeras y barriales continúan con muy poca o casi sin coordinación.

No tener una alternativa política organizada imposibilita de momento la realización del lema “¡Gobierno dimisión!” que se ha convertido en el slogan más urgente en la conciencia de las masas. Y esto amplia de las posibilidades de maniobra de la burguesía. Existe el riesgo de que la burguesía liberal se haga dueño de las quejas populares con políticas de reacción democrática para orientar a su favor las movilizaciones y extinguirlas dentro de las instituciones parlamentarias. El carácter espontáneo de las movilizaciones y la brutal y sistemática represión que emplea el gobierno, impide por hoy a las masas de construir órganos de contrapoder para organizar su acción y darle una dimensión y dirección política contra el gobierno. Podemos decir que en este momento el estado en el país esta oscilando entre las situaciones no revolucionaria y prerrevolucionaria.

A pesar de todo el aire que están respirando las masas en las últimas dos semanas circula sangre a todas los organismos de la revolución política. Se nacen fuerzas nuevas y vivas. A partir de este preludio serán mucho más favorables las condiciones y posibilidades para la clase trabajadora de asumir la conciencia de su obligación de liderar al pueblo para proporcionarle un programa revolucionario. Los marxistas revolucionarios forman parte más necesario y vital de esta batalla.

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